Opinión

El Bogotazo

Pocas veces ha coincidido el domingo de Pascuas de alborozo y alegría con Cristo resucitado, con esta fecha luctuosa del 9 de abril, conmemorativo de la muerte de Gaitán en 1948, generador de enorme protestas populares inicialmente en Bogotá  y luego a nivel nacional conocida como el “Bogotazo”, inicio de un periodo sangriento en la historia del país.

El crimen de Gaitán aún por esclarecerse, a pesar de quien siendo director del Partido Liberal, y adportas de ganar la presidencia si  los instrumentos democráticos lo hubieran permitido. Gaitán era sobre todo un líder popular, un caudillo “un hombre del pueblo, para el pueblo y  por el pueblo”, parodiando a Abraham Lincoln.  Lo dijo Gaitán: yo no soy un hombre, soy un pueblo.

El día del magnicidio, “primero fue el desconcierto, después la indignación, luego sopló una ráfaga de cólera que encegueció las conciencias. La historia de Colombia tomó otro rumbo. Ya el país no regresaría jamás de lo que había sido”, escribió Aníbal Noguera Mendoza de la Academia Colombiana de Historia. Jorge Eliecer Gaitán había despertado la esperanza de la gente, considerando su muerte como la frustración de sus sueños.

Gaitán dirigió su acción política contra la oligarquía y por la restauración moral. Acuñó la frase,  “el hambre no tiene color político”. Era un caudillo de verdad, a inicios del 48, al enterarse  de las masacres contra sus  copartidarios, organizó  marchas multitudinarias, entre ellas, la “Marcha de las antorchas” y la “Marcha del silencio”,  en esta última elevó una plegaria al presidente Ospina para que ayudara a cesar la violencia y permitiese unas horas de silencio por las víctimas, durante las cuales solo se oyeron el ruido de las banderas y pancartas movidas por el viento. En una de sus últimas intervenciones públicas, Gaitán soltó esta demoledora proclama: “cercano está el momento en que veremos si el pueblo manda, si el pueblo ordena, si el pueblo es el pueblo, y no una multitud anónima de siervos”.

Fue Jorge Eliecer Gaitán un grande, hijo de cuna humilde, desde su niñez rodeado de un ambiente netamente liberal, progresista que enmarcaría su pasión por la defensa del pueblo.

Pareciera, Colombia estuviera condenada, de una u otra forma a disimiles expresiones de violencia. Que aún no cesan, tampoco la impunidad, ayer con Gaitán, hoy con centenares de inocentes compatriotas, al medio de un proceso de pacificación que tiene enemigos, el primeros de ellos actores armados, que con hechos violentos quieren ir empoderados a la mesa de negociación. Es hora de un timonazo en esta materia.  Y el otro flagelo que no cesa es la inequidad, acordémonos,  Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Allí se requiere también un giro hacia un modelo de economía productiva.

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